Hoy en día se habla mucho
de TDAH y parece que hay cada vez más casos. No sabemos a ciencia cierta si es
una patología, un tabú que ha creado nuestra sociedad, u otro fenómeno cuyo
nombre real desconocemos. Sabemos realmente poco acerca del TDAH, no sabemos si
en la antigüedad realmente existía y se ignoraba o realmente es un fenómeno
contemporáneo, también se dice que en otras culturas diferentes a la nuestra no
se dan casos, esta última hipótesis lo achaca todo a nuestro ritmo de vida en
la sociedad occidental, que personalmente no descartaría.
Los prejuicios tienden a
rechazar y a temer a lo desconocido, a buscar la vía más fácil, a actuar por sistema. Es entonces cuando se
nos plantea la cuestión de si realmente lo estamos haciendo bien, si la única
solución es dar una pastilla y medicar por comodidad (sin saber hasta qué punto
es bueno para su salud) o si realmente existen otras alternativas y se puede
educar fuera de esta escuela tan rígida y que el niño pueda desarrollar otras
capacidades.
Pues, desde aquí invito a
reflexionar sobre estos temas y sobre hasta qué punto somos capaces de
empatizar y comprender a los niños, me viene a la cabeza una pequeña anécdota
que leí en un libro de pedagogía: Era una escuela infantil que recibía la
visita de una experta en educación que se encargó de hacer una inspección (nada
oficial) en dicha escuela, que había sido recientemente reformada. Cuando la
experta terminó de examinar dicha escuela, le dio la enhorabuena a la educadora
por tales reformas y por su buen gusto, salvo por un pequeño detalle que se le
había escapado. A continuación, la experta llevó a la educadora al aula de
bebés (0-1 años) y la invitó a tumbarse con ella sobre la moqueta del suelo,
mirando hacia arriba. La educadora un tanto asombrada por situación le hizo
caso y se tumbó boca arriba como un bebé y fue consciente entonces del grado de
deterioro que sufría el techo, pues se veía viejo, estropeado y muy desgastado.
La educadora no podía desde su perspectiva ver el lamentable estado del techo,
y fue entonces desde que vio cómo un bebé percibía dicha vista, lo que le hizo
cambiar de idea y restaurarlo lo más rápido posible, pues las pobres criaturas
pasaban horas y horas, tumbadas, a lo largo del día mirando hacia ese lugar.
Con esta pequeña historia
invito a reflexionar si la escuela realmente está centrada en los alumnos, o
por el contrario se ha ideado todo para la comodidad del profesor, pues hasta
hace relativamente poco, las escuelas contaban con instalaciones y mobiliario
que podía ser perfectamente el doble de grande que un niño de 3 o 4 años que
hacía uso de la escuela, hasta que hace poco se comenzó a regularizar.
Y para finalizar, os
invito a leer este artículo relacionado con el TDAH que muestra algunos de los
errores más frecuentes que se suelen cometer en la escuela:

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